¿Por qué Félix recorre las rutas en sandalias?
Cuando publicas en redes sociales o trabajas de cara al público estás expuesto a recibir críticas. La mayoría, por desgracia, malintencionadas. No creo que sea el foro adecuado para mantener un debate acerca de la biomecánica de la pisada del Homo sapiens que, dicho sea de paso, sería muy interesante; aunque para la tranquilidad de espíritu de algunos expondré algunas de mis razones para emplear huaraches o caminar descalzo.
Hace cuatro años me calcé mis buenas botas y me embarqué en la aventura de recorrer el GR-11. Tuve que interrumpir mi excursión al cabo de una semana debido a ampollas que llegaban hasta el hueso y otras patologías que tras consultar con expertos me impedirían continuar con el senderismo al nivel que yo quería (metatarsalgia, degeneración progresiva de articulaciones en falanges, aparición de osteofitos). Además, estaba mi inclinación natural a padecer esguinces en el tobillo derecho por un adelgazamiento del ligamento peroneo astragalino anterior.
Soy paleontólogo y aficionado a la supervivencia primitiva, así que decidí probar a acostumbrarme a caminar como se supone que la biomecánica natural del ser humano dicta. Esto es, sin sujeciones en los tobillos que los debiliten y sin gruesas suelas que separen la planta del pie del terreno.
La adaptación tras toda una vida de llevar calzado es muy lenta, pero a mí me está permitiendo hacer lo que me gusta.
Voy mucho a la montaña, y paradójicamente hay personas que llevan botas de muy mala calidad (no me refiero a económicas) que se detienen y me señalan, cuando ni la suela, ni la talla ni la forma de anudarse los cordones del calzado que llevan ellos mismos es la adecuada; pudiendo causarles más lesiones y accidentes de los que podría sufrir yo.
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